sábado, 4 de abril de 2009

Dzogchen

La práctica cotidiana del dzogchen consiste en cultivar simplemente una plena aceptación carente de preocupación y una apertura sin límite ante todas las circunstancias. Debemos comprender que la apertura es el campo de juego de las emociones y relacionarnos con nuestro prójimo sin artificialidad, manipulación ni estrategias.
La mera inmersión en la meditación en el momento presente, con todo nuestro ser, libres de dudas, aburrimiento y excitación, es la iluminación.
Tenemos que experimentarlo todo completamente, sin tratar de escondernos dentro de nosotros mismos como la marmota que se oculta en su madriguera. Esta práctica libera una energía tremenda que, por lo general, se ve constreñida porque intentamos mantener puntos de referencia fijos. Los puntos de referencia son el proceso que utilizamos para alejarnos de la experiencia directa de la vida cotidiana.
Al principio, el intento de permanecer presentes en el momento puede provocar cierto temor. Pero, si damos la bienvenida a la sensación de temor con plena apertura, atravesaremos ese obstáculo creado por nuestras pautas emocionales habituales.
Cuando llevamos a cabo la práctica de descubrimiento del espacio, debemos experimentar un sentimiento de plena apertura hacia todo el universo. Tenemos que abrirnos con absoluta simplicidad y desnudez mental. Ésta es la poderosa aunque ordinaria práctica de dejar caer nuestra máscara de autoprotección.
En la meditación, no tenemos que establecer división alguna entre la percepción y el campo de percepción. No debemos parecernos al gato que acecha a un ratón. Debemos comprender que el objetivo de la meditación no es sumergirnos “profundamente” en nuestro interior ni retirarnos del mundo. La práctica es libre, carente de conceptos, sin introspección ni concentración.
El vasto espacio sin origen de la luminosa sabiduría espontánea es la base del ser y el principio y el final de la confusión. La presencia de la sabiduría en el estado primordial carece de predilección por la iluminación o la no-iluminación. La base del ser —también conocida como la mente pura original— es la fuente de la que emergen todos los fenómenos. También recibe el nombre de la Gran Madre, ya que es la matriz potencial donde todas las cosas aparecen y se disuelven en su perfección natural y espontaneidad absoluta.
Todos los fenómenos son completamente claros y lúcidos. El universo es apertura sin obstrucción. Todas las cosas están interpenetradas.
Para ver todas las cosas en su desnudez, con claridad y sin oscurecimientos, no hay nada que alcanzar o realizar. La naturaleza de los fenómenos aparece naturalmente y se halla espontáneamente presente en la conciencia que trasciende el tiempo. Todo es naturalmente perfecto tal como es. Todos los fenómenos emergen, de manera única, como parte de una pauta en continua transformación. Esa pauta vibra plena de sentido y significado a cada instante, pero no podemos apegarnos a su significado más allá del momento en que se presenta.
Ésta es la danza de los cinco elementos donde la materia es un símbolo de la energía, la energía un símbolo de la vacuidad y nosotros mismos un símbolo de nuestra propia iluminación. Sin necesidad de esfuerzo ni de práctica en absoluto, la liberación o la iluminación está ya con nosotros.
La práctica del dzogchen es la misma vida cotidiana. Puesto que no existe un estado inferior, no hay necesidad alguna de comportarse de un modo especial o ni de alcanzar nada por encima o más allá de lo que ya somos realmente. No debemos cultivar ningún sentimiento de esfuerzo por lograr alguna “meta extraordinaria” o un estado “superior”.
Esforzarse por alcanzar ese estado es una neurosis que sólo nos condiciona más y obstruye el libre flujo de la mente. También debemos evitar pensar en nosotros mismos como personas carentes de valor, puesto que nuestra verdadera naturaleza es naturalmente libre y no condicionada. Estamos intrínsecamente iluminados y, en consecuencia, no carecemos de nada.
Cuando abordamos la práctica de la meditación, tenemos que hacerlo de manera tan natural como comer, respirar o defecar. No tenemos que convertirla en un acontecimiento especial o formal, lleno de seriedad y solemnidad. Debemos comprender que la meditación está más allá del esfuerzo, la práctica, los objetivos, las metas y la dualidad entre liberación y no-liberación. Nuestra meditación siempre es perfecta. No hay necesidad alguna de corregir nada. Puesto que todo lo que surge es el juego de mente, no existe la meditación incorrecta, ni necesidad alguna de juzgar los pensamientos como buenos o malos respectivamente.
Por lo tanto, debemos sentarnos simplemente, permaneciendo sencillamente en nuestro propio lugar y en nuestra propia condición tal cual es, sin pensar que estamos “meditando”. Nuestra práctica debe carecer de esfuerzo, de tensión, de cualquier intento de control o manipulación para intentar que sea más “apacible”.
Si descubrimos que estamos alterándonos del modo antes descrito, sencillamente dejamos de meditar y descansamos y nos relajamos un rato. Luego, reanudamos nuestra meditación. Si tenemos “experiencias interesantes” durante la meditación o después de ella, debemos evitar convertirlas en algo especial. Perder el tiempo pensando en esa clase de experiencias es una mera distracción y un modo infalible de perder la naturalidad. Esas experiencias sólo son signos de la práctica y deben ser consideradas como eventos pasajeros. No debemos intentar repetirlas porque eso sólo sirve para distorsionar la espontaneidad natural de la mente.
Todos los fenómenos son atemporales y completamente nuevos o frescos, absolutamente únicos y completamente libres de los conceptos de pasado, presente y futuro.
El continuo flujo de nuevos descubrimientos, revelaciones e inspiraciones que emerge a cada momento es la manifestación de nuestra propia claridad. Debemos aprender a ver nuestra vida cotidiana como un mandala o como el ornamento luminoso de las experiencias que irradian espontáneamente de la naturaleza vacía de nuestro ser. Los elementos que forman nuestro mandala son los objetos cotidianos de nuestra experiencia moviéndose en la danza o el juego del universo. Gracias a ese simbolismo, el maestro interior revela el significado profundo y último del ser. Por lo tanto, debemos ser naturales y espontáneos, aceptándolo todo y aprendiendo de todo. Eso nos permitirá percibir el lado irónico y divertido de muchos acontecimientos que, por lo general, nos irritan.
La meditación nos permite ver a través de la ilusión del pasado, el presente y el futuro, con lo que nuestra experiencia deviene la continuidad del ahora. El pasado sólo es un recuerdo poco fiable sostenido en el presente. El futuro sólo es la proyección de nuestras concepciones presentes. El presente mismo se desvanece tan pronto como tratamos de asirlo. Entonces, ¿por qué molestarnos en tratar de dar consistencia a la ilusión?
Tenemos que liberarnos de nuestros recuerdos y de todos los prejuicios acerca de qué es la meditación. Cada instante de meditación es completamente único y pleno de potencialidad. En ese momento, no podemos juzgar nuestra meditación en términos de experiencia pasada ni de secas teorías o retóricas vacías.
La mera inmersión en la meditación en el momento presente, con todo nuestro ser, libres de dudas, aburrimiento y excitación, es la iluminación.

el budismo como camino de liberacion

El budismo es una de las grandes religiones históricas, nacida en la India como reacción a las especulaciones filosóficas de los Vedanta. Como diremos más tarde, el budismo se dividió relativamente pronto en varias ramas que fueron extendiéndose en varias direcciones del Asia oriental. Hoy el budismo es un mosaico de sectas, por lo que sería imposible sintetizar aquí el contenido doctrinal, filosófico y ritual de esta religión que constituye además fuente y raíz de diversas culturas orientales.
Ofrecemos solamente un resumen del contenido básico del budismo en sus varias dimensiones de Pequeño Vehículo (Hinayana) y Gran Vehículo (Mahayana).
1. El Buda histórico
La biografía de Buda está envuelta en multitud de leyendas posteriores de distintas procedencias. Pero se admiten como fechas más aproximativas de su nacimiento y muerte los años 563 y 483 a. C., respectivamente.
Se dice que nació en el seno de una familia real procedente del actual Nepal del sur, del clan de los sâkyas. Contrajo matrimonio y tuvo un hijo pero, unos años antes de su iluminación, alrededor del año 531 a. C., abandonó a su esposa e hijo y abrazó la vida de los monjes errantes que seguían las teorías filosóficas de los brahmanes y practicaban el yoga bajo la dirección de algunos maestros.
Sakyamuni — (sakya y muni (iluminado) — sin embargo, no quedó satisfecho con aquellas teorías porque las consideró demasiado abstractas y lejanas de la realidad. Y se dedicó a buscar la luz que deseaba, concentrándose en el propio esfuerzo.
Hacia el año 531 a.C. dejó de ser un simple hindú para convertirse en un iluminado o buda, es decir, despierto.
Esta iluminación consistió en el conocimiento de sus existencias
precedentes y de las causas que le había llevado a esa variedad de transmigraciones bajo diversas formas de existencia. Descubrió que todas las formas son transitorias, que todo es fluir, que la raíz de ese permanente cambiar de existencia está en las pasiones, en la ignorancia.
La iluminación significó para él liberación o salvación. "La realidad que he conseguido es profunda, difícil de entender, rara, llena de paz, más allá de todo razonamiento, sutil, comprensible para el sabio..."
Para llegar a esta comprensión es necesaria la renuncia de todos los apegos, la extinción de los deseos, la cesación de toda sed.
2. Los libros sagrados del budismo
La doctrina de Buda se halla en los libros sagrados del budismo de los cuales sólo mencionaremos los principales.
Buda no escribió nada. Predicó en el dialecto de Magadha pero ordenó que cada uno aprendiese la doctrina en su propia lengua.
En la India, las enseñanzas eran "oídas" (sruti) y transmitidas por tradición oral. Pero ya entre sus primeros discípulos surgió el deseo de tener por escrito esa tradición y, en efecto, en tiempos del rey Asoka, ya se encuentra algún escrito referente a las enseñanzas de Buda. En el siglo I a.C. existe ya una lista de libros canónicos escritos en pâli y redactados en Ceilán.
El canon Pali transmite la auténtica enseñanza del budismo y es admitido en su mayor parte por todas las escuelas budistas. El budismo hinayâna es el único canon que reconoce. Es básico para la historia del monacato budista. Son 30 libros, con una extensión cuatro veces mayor que la de la Biblia.
Sin embargo, el budismo Mahayâna admite otro canon redactado en lengua sánscrita que es la lengua admitida por esta rama budista para la interpretación de los textos budistas. No es un canon estrictamente dicho pero sí es una colección de libros sagrados, fundamentales para comprender el pensamiento filosófico-religioso del budismo Mahayâna.
Estos libros sagrados tienen el nombre de sutra (aforismos) y son eminentemente doctrinales, incluso filosóficos en el auténtico sentido de la palabra. Son, por supuestos, fuentes esenciales en el budismo Mahayâna.
3. Doctrina fundamental budista
Buda, tras conseguir la iluminación, hubiera preferido guardar un silencio inefable sobre la verdad absoluta, como correspondía a un iluminado pero, movido por la compasión hacia los demás, proclamó las cuatro verdades fundamentales que son el punto de partida del camino budista.
1ª. Todo es dolor.
2ª. La causa del sufrimiento es el deseo, la sed.
3ª. La salvación o liberación del dolor se consigue con la extinción
de todo deseo, de toda sed.
4ª. El camino para llegar a la extinción de todo deseo es el "camino óctuplo" que se reduce a la moralidad, la concentración mental y la sabiduría.
A partir del sermón de Benarés, toda la actividad de Buda se redujo a repetir y explicar esta doctrina.
La primera verdad — todo es dolor — tiene un sentido eminentemente existencial y, en su concepto de dolor, abarca la limitación y la sujeción o esclavitud a algo. No se refiere al dolor físico o psíquico sino a un dolor metafísico, existencial. Con ello se destaca la contingencia que se revela en la dependencia, transitoriedad y sufrimiento.
Con esta teoría, Buda se aparta de las corrientes ideológicas tradicionales en la India y, aunque aparentemente revela pesimismo y fatalismo pasivo, cuando hace la diagnosis de este dolor y señala el camino para liberarse de él, ofrece ya una vía religiosa que infunde optimismo porque abre un camino de liberación y salvación para todos, que es grandemente activo y dinámico.
Pero, en realidad, la primera verdad es un punto de partida fundado en la experiencia vital y manifiesta una dimensión filosófica que luego se desarrollará en la segunda verdad.
La segunda verdad se refiere al origen del dolor. Y es que el dolor no ocurre al azar en ningún aspecto de la vida, ni en lo físico ni en lo psíquico ni en lo metafísico, sino que tiene un origen.
El origen lo encontró Buda en la relación efecto-causa, que ya venía admitiéndose tradicionalmente en la India por los que defendían la ley de la transmigración. Buda defiende que la existencia actual y sus fenómenos están relacionados con los actos del hombre. Éstos son la causa; la existencia actual es el efecto. Es una sucesión no un simple paso o traslado del alma individual de un cuerpo a otro — que eso es la transmigración —. El karma o acción del hombre hace que, en virtud de la causalidad retributiva, una existencia suceda a otra, como el fuego de una antorcha pasa a otra, hasta que se logra la extinción o liberación del ciclo de existencias (samsâra).
La segunda verdad ha sido siempre fuente inagotable de reflexión filosófica dentro del budismo. En ella radican las consideraciones acerca de las causas del proceso kármico, que se dividen en inmediatas, como los deseos, las pasiones y todo lo que cae dentro de la idea de sed; y causas últimas o radicales, como la ignorancia, que entran en el campo del conocimiento. Precisamente la ignorancia es la causa radical más profunda pues vicia al hombre y le hace vivir en un mundo de ilusión y de sensaciones.
Además de la ignorancia, está la conciencia, que es un sentido de individuación y que da lugar a los seis sentidos con sus correspondientes sensaciones. Sensaciones que dan lugar a la sed o deseos, y pasiones que condicionan los fenómenos de la existencia como el nacimiento (propiamente, re-nacimiento), la vejez, la muerte.
La tercera y cuarta verdad tienen una proyección eminentemente religiosa y se refieren a los caminos de acceso al nibbâna o, en sanscrito, nirvana, que es la extinción de los deseos. Esta es la meta salvadora. Por eso, las dos últimas verdades marcan la espiritualidad propia del budismo.
Es una meta que todas las escuelas del budismo admiten. Podrán ser diferentes los métodos para llegar a ella pero el fin es el mismo. En cuanto a los medios, el budismo ha sido siempre indulgente y nunca ha declarado la guerra a nadie por promover otros medios. Eso sí, se ha esforzado por explicar el significado de esa meta absoluta.
El nirvana no es un estado ni una condición. Es, más bien, un no-estado, una no-condición, aunque se dan también algunas definiciones positivas: inmortalidad, que implica, superación de la frontera de la muerte, lo más real porque supera toda oposición limitativa entre los relativos. Se habla a veces de iluminación, "cruzar la corriente", "llegar a la otra orilla", liberación...
Hay un doble nirvana: uno en esta vida, que consiste en la destrucción de todo vínculo, aun con los elementos de la existencia; otro es el definitivo y aquí hay variedad de nirvanas o paraísos. Pero viene a ser la entrada en lo profundo del propio ser con la desaparición de todos los deseos.
Aquí tienen lugar la variadas y polifacéticas escuelas religiosas, cada una con sus peculiaridades propias en cuanto a doctrinas, ritos y formas de caminar hacia el nirvana.
4. Caminos búdicos de salvación
El budismo aparece en sus inicios como un humanismo que propugna la igualdad de todos los hombres, la paz y la concordia entre todos los seres y que señala como meta la liberación del yo y, en último término, la salvación. Por eso chocó desde el primer momento con la tradición hindú referente al sistema de castas y con la doctrina abstracta del brahmanismo.
A los cien años de su fundación, el budismo empezó a fraccionarse hasta un número de veinte sectas. Sin embargo, vamos a mencionar solamente dos grandes ramas que configuran el mundo del budismo aun en nuestros días: el budismo Hinayana (pequeño vehículo) y el budismo Mahayana (gran vehículo).
El budismo del pequeño vehículo (Hinayana) es más cercano al budismo original. Centra su pensamiento fundamental en la tríada: Buda, el primordial; el Dharma, que es el verbo, y la Sangha o comunidad. Insiste en la existencia del dolor y su fe no va más allá de los hechos históricos, desechando toda especulación teológica o filosófica. Considera el nirvana como un paraíso o situación de felicidad absoluta, da al Buda el atributo de omnipresencia y concede escasa importancia a la vida mística.
Esta rama budista tiene su centro de desarrollo en Ceylán pero se extendió por el Sur de Asia, dando lugar a su vez a otras sectas.
En cambio, el budismo del gran vehículo (Mahayana) no admitía que el método de Buda fuese suficiente para evitar las reencarnaciones sino que introdujo una doctrina sobre la fe en la misericordia divina, es decir, del "Guardián del Oeste" o Amitabha, gracias al cual es posible alcanzar el término final que es la entrada en el país de la felicidad.
Esta rama budista floreció de modo especial en el siglo I p. C. no sólo en su copiosa literatura y cultivo del pensamiento de la reflexión filosófica. Al crearse el mahayana como escuela de sabiduría, se dio al budismo un carácter eminentemente filosófico pero respetando la fe en la meta final, el no­ser, el no­yo, por medio de los budas de meditación que, desde el nirvana, envían a sus mensajeros (bodhisattva) para salvar al hombre.
No cabe duda de que la rama más extendida en Asia es el budismo Mahayana. Se extendió hasta China, Corea, Japón y se afianzó como religión cultual y como pensamiento humanista y filosófico.
Por eso, creemos que el budismo Mahayana tiene hoy más prestigio y es la rama budista de mayor influencia en los países asiáticos donde se asentó. Son innumerables sus divisiones o sectas pero hay en todas ellas un substrato común que quiero resaltar de una manera casi telegráfica.
Toda su doctrina gira en torno a la salvación y los conceptos más barajados son:
Prajna o inconsciencia que viene a ser como la sabiduría o estado previo a la iluminación. La conciencia del yo debe desaparecer para adquirir la sabiduría.
El Mahayana es nihilista en el sentido de que niega la personalidad y los elementos que la componen, niega los fenómenos (son pura apariencia) y la causalidad.
La mística supone, para el budismo Hinayana, la ascesis que conduce a la convicción de que sólo existe lo inmutable y eterno. Todo lo que depende de una causa no tiene realidad. Tampoco hay que confundir sujeto y objeto. Con la mística sin ascesis no hay salvación y no hay salvación sin ascetismo. Por eso, Buda insistió tanto en el ascetismo monacal.
La conciencia universal es otro concepto típico y establece la relación entre dos existencias sucesivas. La duración lleva consigo devenir, fluir; por eso, la inmortalidad del budista es independiente del tiempo y del lugar. El mismo deseo de superar los límites del tiempo y del lugar estorba a toda liberación.
5. El budismo, ¿religión o filosofía?
Evidentemente, el budismo es una religión. Ante el hombre, convertido en problema, el budismo señala una meta de salvación y propone un camino para alcanzarla. De momento, no importa cuál sea la meta. El hecho es que tiene señalada una meta que podrá ser mejor o peor que otras, distinta a la meta del cristianismo pero, al fin y al cabo, es una meta.
Entre los medios, los hay de todo género pero sus caminos normales son la oración, la reflexión, la fe en Algo o en Alguien, la práctica de ciertas virtudes, ritos determinados, creencias relativas a la vida, al ser humano, al Absoluto, al cosmos, a la muerte, a la vida de ultratumba...
A pesar de su silencio ante Dios, ese mismo silencio es una forma de afirmar la existencia de un Algo absoluto. Cierto que el budismo no nace como respuesta a Otro, como una fe en Otro, sino como respuesta al el hombre que se encuentra hundido en una existencia contingente, dolorosa, paradójica.
El budismo no afirma la existencia de un Dios personal, creador, providente. Tampoco la niega. Calla sobre Dios y este callar viene ya a ser una forma de negarla. Esta actitud apofática hay que encuadrarla dentro del momento histórico de su época y nace como una réplica a la proliferación de concepciones del absoluto y de los devas mitológicos. Cuando filósofos como Nâgârjuna arguyen, lo hacen contra la admisión de infinitas divinidades y contra la representaciones de las divinidades hindúes. En cambio, no hay en el budismo una negación radical del Absoluto.
Muchas escuelas importantes del budismo admiten el absoluto aunque no lo consideren transcendente sino simplemente algo inmanente. Incluso se dan creencias sobre los tres cuerpos de Buda, o sobre los budas compasivos que vienen a ser como encarnaciones de Buda, tales como Amida y otros budas misericordiosos.
Los valores religiosos del budismo son múltiples. No es de poca importancia su ideal de perfección ascética y moral e incluso, en el caso de algunas escuelas, la idea de pecado y castigo, méritos y recompensas...
Por otro lado, la espiritualidad budista es sumamente rica en expresiones pero sin duda la más notable es el monacato que tiene variedad de formas y escuelas que son auténticas manifestaciones de espiritualidad que culminan en la iluminación. Esta iluminación puede ser gradual o repentina pero la tendencia india aboga por la iluminación gradual.
No nos cabe duda de que el budismo es una religión bien que en su patrimonio ideológico posea infinidad de elementos de índole filosófica. Dentro del budismo existen escuelas de pensamiento y de espiritualidad más o menos fieles a las enseñanzas e ideales de Buda. Suele darse también una armonía entre convicción religiosa y raciocinio, entre fe y razón y, en todo caso, un equilibrio entre religión y filosofía.

Para saber más:
COOMARASWAMY, Ananda K., Hinduisme et Bouddisme, Paris, 1968.
CAVE, Sydney, An Introduction to the Study of Some Living Religions of the East, London,1959.
ELIADE, Mircea, Historia de las creencias y de las ideas Religiosas, vol. IV, Trad. esp. de J. Valiente Malla, Madrid, 1978.
HANS TEUFEN, D., El mundo oriental, Edic. Luis de Caralt, t. 1, Barcelona, 1973.
VV. AA., Sources of Indian Tradition, edit. by W. M. T de Bary, 2 t., Columbia University Press, New York, 1958.

El Budismo no es una religion.

El Budismo no es una religión. Es una doctrina que nos enseña el camino para alcanzar la felicidad. Para lograrla es necesario eliminar la ignorancia, causa fundamental del sufrimiento del hombre. Al final de este sendero se encuentra el nirvana, que es un estado mental de paz absoluta.

SECRETOS PARA ALCANZAR LA PERFECCIÓN
El budismo es una doctrina que surgió en la India a mediados del siglo VI antes de nuestra era y fue difundida por Buda. El budismo no es una religión, y su representante tampoco es un Mesías o un dios. Buda es una persona que llegó a un elevado nivel en el cual comprendía las cosas tal y como son. En esta doctrina no existe ningún ser sobrenatural que haya creado al universo o que gobierne la vida de los seres humanos. Los cultos, plegarias y oraciones tampoco son necesarios, ya que no hay nadie a quién dirigirlas. La esencia del budismo consiste en una serie de principios y enseñanzas para que las personas sean conscientes de su existencia y aprendan a eliminar el dolor que genera la vida.

LA LEY DEL KARMA
Buda enseño que el Karma es el principio básico de la vida y el hombre está sujeto a su ley. Esto quiere decir que cuando lleva a cabo una buena acción, se produce inmediatamente un buen efecto, pero una mala acción, desencadena un mal efecto. Existen karmas individuales y karmas colectivos. Un individuo o una sociedad, con sus acciones buenas o malas, se ocasionan a sí mismos alegrías y felicidad, dolor y sufrimiento. Por consiguiente, es necesario que todos los hombres, a nivel personal y colectivo, actúen sin maldad, odios, rencores o envidias, llevando una vida recta y moral.

BUDA, EL ILUMINADO
El verdadero nombre de Buda fue Siddhartha Gautama, quien nació aproximadamente en el año 563 A.C. en la población de Lumbini. Su madre fue Mayadavi, y su padre, Sudhodana, quien era gobernante de la ciudad de Kapilavastu, ubicada en el sur de la India. huérfano de madre a los pocos días de nacido, Siddharta fue criado por su tía materna, quien le dio la educación y cultura más elevada de su época. Cuando cumplió los 16 años, se casó con la princesa Yashodhara y tuvo un hijo al que le puso el nombre de Rahula. Se dice que, además de su esposa, llegó a tener tres concubinas. Según la profecía hecha por los adivinos, Siddhartha abandonaría la vida terrenal y se convertiría en un gran maestro religioso. Su padre, como nunca estuvo de acuerdo con este destino, le proporcionó toda clase de lujos y comodidades, a fin de retirarlo de todo aquello que estuviera relacionado con la espiritualidad y la religión. Por esta razón le prohibió abandonar los terrenos del palacio. Un día en que Siddhartha estaba cabalgando por los jardines, vio un anciano cansado y encorvado. Sorprendido por su envejecimiento, empezó a interesarse por el significado de la vida. Poco después se escapó de la vigilancia ordenada por su padre y salió del palacio. Mientras recorría las calles de la ciudad, observó que la mayoría de las personas estaban enfermas, eran pobres y vivían en la miseria. Finalmente se encontró con un monje que despertó en él un enorme interés por la vida ascética. Fue entonces que, a la edad de 29 años, Siddhartha decidió desprenderse de las comodidades de su vida, y abandona a su familia así como todos los honores que su posición le otorgaba.

ÉTICA BUDISTA
No matarás, lo que incluye a los hombres y animales. Es por esta razón que los budistas son vegetarianos. No robarás. No mentirás. No fornicarás. Los solteros y monjes se deben abstener por completo del contacto sexual. Los casados deberán restringirse de acuerdo con sus propios deseos y el nivel de espiritualidad que hayan alcanzando. No tomarás bebidas intoxicantes.

LA VIDA ES SUFRIMIENTO
La enseñanza básica que predijo Buda es la creencia en la Metempsicosis. Este concepto establece que el mundo es una fuente de dolor para los que viven en él. Las ganas de vivir conducen a las personas al dolor y al sufrimiento. Esta idea se resume en las llamadas Cuatro Verdades Nobles que constituyen el fundamento del budismo: 1. Todo lo que existe está sujeto al dolor: nacimiento, enfermedad, vejez y muerte. 2. El origen del dolor reside en el deseo, ansia o se de vivir. 3. La supresión del dolor se consigue a través de la supresión de esa ansia o sed. 4. El camino que conduce a la supresión del dolor consiste en el llamado Noble Sendero Óctuple.

EL CAMINO DEL DOLOR
Siddharta estuvo en busca de la verdad así como de una fuente de sabiduría que le ayudara a responder porqué la gente tenía que sufrir. Primero estudió Brahmanismo y luego las técnicas del Yoga y los ayunos. Tiempo después fue a la ciudad sagrada de Benarés. Allí, al pie de un árbol de higuera, concluyó sus reflexiones. La leyenda cuenta que en ese lugar fue donde Siddharta se convirtió en Buda, es decir, el iluminado, ya que la verdad alumbró su mente. Buda decidió permanecer en Benarés para enseñar al mundo las verdades a las que había llegado. Aquí encontró a sus primeros cinco discípulos y con ellos formó el núcleo de la comunidad búdica. Durante uno de sus viajes, fundó una orden de monjas y su primera conversa fue con su propia tía, aquella que lo había cuidado de niño. El resto de su vida lo consagró a glorificar y practicar las verdades eternas que había descubierto. Buda vivió hasta la edad de 80 años. Antes de morir vio con tristeza que entre sus seguidores había constantes discusiones, envidias y divergencias, situación que amenazaba con destruir la unidad del grupo original. Murió en el mes de noviembre del año 483 A.C. Las cenizas de su cuerpo fueron repartidas en ocho partes que conservaron los reyes y jefes de la religión.

CÓMO ELIMINAR EL DOLOR
El camino que conduce a la supresión del dolor se llama Noble Sendero Óctuple y consiste en ocho pasos:
1. Opinión pura o correcta: Cada individuo debe tener una idea clara sobre lo que quiere, o hacia donde dirige su vida
2. Representación mental pura: Consiste en enfocar toda la atención y el esfuerzo hacia aquello que nos hemos propuesto conseguir
3. Lenguaje puro: Quiere decir que hay que evitar la mentira, la calumnia, la plática inútil o el chisme. El lenguaje siempre debe revelar la verdad de nosotros mismos.
4. Acción pura: La conducta individual siempre debe ser apropiada, recta y caritativa.
5. Medios de existencia puros: Hay que evitar todo tipo de trabajos o actividades destructivas, que perjudiquen a otros o que impidan la elevación espiritual. Por consiguiente, hay que dedicarse a las labores que promuevan la vida.
6. Aplicación pura: Para alcanzar el objetivo de nuestra vida, debemos aplicar el esfuerzo necesario, constante y con firmeza. No caer en el desánimo o la apatía.
7. Mentalidad pura: Mantener bajo control todos los impulsos, instintos, sentidos, emociones o pasiones. También es observar y analizar continuamente los pensamientos, sentimientos y sensaciones físicas.
8. Meditación pura: Implica el análisis y reflexión de todas las cosas que suceden en la vida. Es el único requisito indispensable para lograr la sabiduría y la iluminación.

HERENCIA DE BUDA
Cuatro meses después de la muerte de Buda, sus discípulos se reunieron en una gran asamblea con el propósito de recopilar una serie de libros que contuvieran sus enseñanzas. Cien años después, hubo otra reunión en la que se abordó el problema de la separación de un grupo sectario. Para el siglo III antes de nuestra era, durante el mandato del rey Asoka, hubo una tercera asamblea donde varios grupos se separaron de la comunidad original. La última reunión ocurrió en tiempos del rey Kanishka, en el siglo II, y en ella se agregaron los últimos comentarios a los libros búdicos. Como consecuencia de estas divisiones, la doctrina budista recibió el nombre de Budismo Mahayana y se extendió por el Tíbet, China, Corea y Japón. En contra parte, el budismo practicado en Ceilán, Tailandia y Birmania se le llegó a conocer como Budismo Hinayana.

EL CAMINO HACIA LA FELICIDAD
La filosofía de Buda se caracteriza por seis elementos: 1. Niega la existencia de cualquier autoridad que asegure tener la verdad. Así mismo, invita a sus practicantes a alejarse del dogmatismo religioso. 2. Rechaza todo tipo de culto, adoración, ritual o ceremonia, ya que Buda pensaba que estas prácticas limitan la libertad de espíritu. 3. El budismo evita todo tipo de especulación por considerarla inútil e improductiva. Es por esa razón que esta doctrina no se preocupa por Dios, el alma o la existencia sobrenatural, ya que todas son simples especulaciones. 4. Buda invita a sus seguidores a romper con todas las enseñanzas del pasado que sólo conducen a la desorientación y al sufrimiento. 5. En el budismo, cada individuo debe esforzarse por alcanzar la iluminación espiritual. Es un camino que cada persona debe recorrer por si misma y por su propia iniciativa. 6. Buda rechaza todo tipo de creencias místicas o sobrenaturales. Ataca duramente las supersticiones, métodos de adivinación o predicción, porque obstaculizan o desalientan la voluntad de llegar a la iluminación.

Las cuatro nobles verdades del Budismo...

• La existencia es sufrimiento
• El sufrimiento proviene del deseo y la ignorancia
• El sufrimiento puede ser vencido
• El camino para la cesación del sufrimiento es el sendero óctuple.

1- La Verdad del sufrimiento: Toda existencia es sufrimiento.
"Ésta es, oh monjes, la noble verdad sobre el sufrimiento. El nacimiento es sufrimiento, la vejez es sufrimiento, la enfermedad es sufrimiento, la muerte es sufrimiento, convivir con lo indeseable es sufrimiento, separarse de lo deseable es sufrimiento, no obtener lo que se desea es sufrimiento. Todo conlleva sufrimiento, la existencia y sus partes son sufrimiento."
Todo es sufrimiento, nada es felicidad completa, el sufrimiento está siempre presente. La muerte de uno mismo y de los seres queridos es sufrimiento, así como la enfermedad de nuestros seres amados y la propia es sufrimiento, incluso la convivencia con seres amados conlleva sufrimiento. (sufrimiento en lengua Pali=Dukkha. Dukkha se refiere a un sentido más amplio de sufrimiento: dolor, tristeza, pena, imperfección, aflicción, impermanencia, insustancialidad...)

2- La Verdad de la causa del sufrimiento: El sufrimiento proviene del deseo-apego y la ignorancia.
"Ésta es, oh monjes, la noble verdad sobre el origen del sufrimiento. La ignorancia, el deseo-apego y los cinco venenos son los que producen nuevos renacimientos, los que inclinan al placer y buscan la satisfacción aquí y allá, desanimándonos al no conseguir lo que queríamos. Es el deseo por la existencia, el deseo por la no existencia."
El sufrimiento surge del deseo y del karma negativo, creado por acciones no-virtuosas. La causa de estas acciones, o sea, el origen y porqué del sufrimiento, son los cinco venenos (odio, apego, ignorancia, orgullo y envidia). Van juntos. El orgullo, sentirse superior a los demás seres, crea el odio por ciertos seres que no creemos beneficiosos para nosotros –señal de egoísmo y ignorancia– y, otras veces, la envidia y la frustración de ese orgullo, ver que alguien es mejor en algo. Al tener envidia de alguien se tiene automáticamente odio por esa persona. Todo surge de no saber que todas esas acciones llevan al sufrimiento y no conocer la impermanencia e interdependencia de las cosas.

3- La Verdad sobre la cesación del dolor: El sufrimiento puede ser vencido.
"Ésta es, oh monjes, la noble verdad sobre la supresión del sufrimiento. Esta cesación es posible eliminando nuestro deseo, librándose del deseo-apego, abandonarlo para siempre, no dándole acogida en nosotros."
Para terminar con nuestro sufrimiento hay que embarcarse en un estudio para hallar sus causas y comprobarlas por uno mismo, y después, eliminándolas. Hay que suprimir los cinco venenos y realizar acciones virtuosas, creando karma bueno. Esta noble verdad, en más profundidad, es el vacío, la sabiduría de la vacuidad, la realidad última, el corazón del Dharma.

4- La Verdad del camino que lleva cesación del sufrimiento: El noble sendero óctuple.
"Ésta es, oh monjes, la noble verdad sobre el camino que conduce a la supresión del sufrimiento, hacia la iluminación, el nirvana. El camino de las ocho ramas, el sendero óctuple:

1. Comprensión correcta (conocer y entender de forma recta las nobles verdades y el dharma)
2. Pensamiento correcto (no ceder a los deseos o al odio)
3. Actitud correcta (controlar el deseo sensual, alejarse y reprimir el odio, la ira y otros venenos)
4. Palabra correcta (no hablar en exceso o inútilmente, no mentir...)
5. Acción correcta (no matar, robar, herir, violar...)
6. Ocupación correcta (ganarse la vida de forma digna sin hacer daño a otros)
7. Esfuerzo correcto (reprimir los malos instintos y alimentar los favorables)
8. Concentración correcta (meditar con aplicación y buena aspiración, sin desear solo el propio despertar)"

Las cuatro nobles verdades contienen casi todas las enseñanzas del Buda y el budismo. Es por donde debería empezar cualquier principiante o interesado en el budismo y la meditación.

Fuente(s):
http://www.centrobudadelamedicina.cl/mod...

viernes, 15 de diciembre de 2006

Una pluma... tan sólo huella de una caída

Frazer narra en su estudio sobre magia y religión, como los hechiceros fineses solían venderles viento a los marinos detenidos en el puerto por la calma. El viento estaba encerrado en tres nudos; si deshacían el primero, se levantaba un viento moderado; si soltaban el segundo, un ventarrón, y si aflojaban el tercer nudo, se desataba un huracán.
En la Odisea, Ulises recibe los soplos en un odre de Eolo, el señor de todos los vientos, que habitaba en una isla flotante rodeada de una muralla de bronce, sobre una nube, en que tenía encerrado a los vientos en una cavidad nubífera celestial.
Una pluma sola o en grupos simbolizaría el viento; pues los animales cubiertos de plumas evocan el aire. Como principio y esencia de todas las cosas, éste se asocia al hálito vital y al espacio atmosférico; de hecho, en Oriente se afirma que morir no es otra cosa que olvidar de respirar. Las plumas aún simbolizan la fe y la contemplación.
En el intersticio entre una visión contemplativa y otra utilitaria se articula la obra de Laila Havilio, alegorizando de cierto modo estas líneas que preceden de la antropología clásica. Su intervención plumífera da lugar a una reflexión sobre la ilimitada relación lucrativa con la naturaleza. Crea un espacio estético para definir de una perspectiva diferente, la idea de rentabilidad en el inusitado procesamiento subrepticio de alimentos - específicamente aquí el del ave de corral -, su manipulación, hibridación, clonación, incluso abarcando el empleo de rayos gama en los alimentos de supermercados, a juicio de proteger al consumidor extendiendo la fecha de su vencimiento. Todo esto en su marcado afán optimizador de tiempo y recursos, parecieran derivar en una paulatina degeneración de la naturaleza, por decir, lo humano y el entorno suyo.
Desde un punto de vista ético, se destruye lo que se desconoce. Más allá de lo analizable, la vida, en su factores determinantes, planteados fuera de las observaciones científicas, sigue siendo el inexplicable fenómeno que pareciera ser tan sólo ahí demostrable, en su aparente destructibilidad material. Casi se confunde el conocimiento inacabado de la humanidad con la mera descripción de su indolencia, cuando al producir un “cortocircuito” en la cadena alimenticia, alimentando al animal vivo -valga el pleonasmo- con sus propias plumas, despojos de reses muertas y desechos, se enfrenta a la humanidad con amenazas de enfermedades como la gripe aviar o fiebre aftosa (“síndrome de vaca loca”, que al presentarse en humanos se denomina como “síndrome de Creutzfeldt-Jakob”).
Se cree por otra parte que estas transgresiones debieran afectar tan sólo el ámbito alimenticio, sin embargo, se observa que éstas reestructuran y reescriben la interacción ética y permean a través del aire, dejando marcas en todo lo creado.
Pienso en Atom Egoyan, cuando artistas asumen el papel de la biología y antropología contemporánea, al describir desde sus obras, en un amplio contexto de reflexiones sistémicas, transferencias de los efectos epidemiológicos e incestuosos al campo de interacción política y psicosocial.
Plantearse la antropofagia como alegoría del proceso, es replantearse la situación de producción bajo el stress del hacinamiento en que las aves se devoran entre sí mismas, para alimentarnos de su carne, aniquilándonos “con sus reses” mediante las últimas epidemias.
La artista señala, que en esencia, esta belleza de plumas dispuestas, forma y textura combinadas, sirve al escenario blanco, inmaculado, limpio y etéreo. Una estética sensible es quizás así la gélida expresión del horror. Plumas como símbolo de lo incorpóreo, vestigio y paradójica levedad serán sólo trofeos de un tiempo en el cual teníamos nexo con la vida
.

Levitable.



El que evita dolor demuestra que no entiende vivir
Manfred Kyber

Como en los antiguos encuentros en el Oriente, en que un ashok acompañado de su hijo o nieto, arriba al pueblo para narrarle a la gente durante días enteros de sus historias y tradiciones, produciendo esa magia intangible del relato de viva voz, este libro pareciera ser por momentos un acopio de confesiones en una forma de tango de memoria, cuya voz resuena con timbre argentino en una amalgama cobriza. En este diálogo entre lo lunar y lo venusino se reproduce la ‘inevitable’ experiencia entremundos en un deslugar al encuentro de una matria del lenguaje y los amigos.
Todo esto muy particular y crítico se desenvuelve en 13 crónicas de una biografía transfigurada que se suceden en un ritmo ágil, permitiendo la contemplación y el agrado de la relectura saltada al estilo de una rayuela o un jugar al luche. De estos relatos escritos en un idioma exquisito se aprehende la dimensión de la realidad cotidiana a partir de la experiencia de una autora que se articula desde sus vivencias como producto de la memoria subjetiva. Memoria a veces despeinada, cuya forma de ver proviene del enfoque intercultural de una mentalidad comparada.
Estas historias transcurren haciendo un pequeño descanso entre epígrafe y epígrafe, que son pequeños textos incrustados en el borde del inicio y final de cada texto, otorgándoles una interpretación filosófica, recordando al coro en sus entradas que solía dividir el episodio de un drama. Estos epígrafes son citas de textos anteriores que de cierto modo, purgan la historia con intermezzos para gozar de un aperitivo creando una distancia reflexiva, que acercan al lector a la actitud meditativa de la autora, sigilosamente para sentir rasguear la pluma en el silencio del blanco de la hoja, el proceso de su escritura.
Inevitable es el proceso en que una mujer trasandina y trashumante la lleva a expresar desde una distancia reflexiva su desarraigo al paso de radicarse en suelo chileno, a lo largo de su vida y al compartir los códigos que desde su intimidad la diferencian incluso a la vera de su inevitable expareja chilena, que por momentos se convierte en tema tangible y metafórico de las crónicas. El celo puede ser un asunto de carácter personal, pero también se puede comprender como una mirada que sospecha de los deslindes de los códigos diferentes.
En una lucha por comprender e integrar las diferencias la protagonista hace lo imposible por adaptarse sin perderse. Cierto es que logra salir de su historia con una sola maleta. Ahí lleva todo, lo más esencial, sus fotos y recuerdos amorosos y amistosos. Pero lo que tiene más peso lo lleva consigo: su presente que ella comprendió como la llave divina de una felicidad eterna en que nada tiene que ser porque todo es.

----- Lucrecia Faraldo: Inevitable, Santiago de Chile, Editorial Puerto de Palos, 2005, 99 págs.

De una Mancha Insoportable.

Escolio de observación y teoría

Cuando se viaja sin representar ciertas entidades o intereses como un anónimo, se pierde al inicio todo tipo de referente. Al cruzar las fronteras del lenguaje, ahí los sueños pierden su unicidad en la narración. Por eso la poesía es prácticamente intraducible salvo que se rescriba, según el poeta y estudioso de Pavel Sosnovski, Andrei Gortschakov, en la primera escena de Nostalghia
[1]. El fenómeno del emplazamiento idiomático del griego en la lengua alemana por Hölderlin y Heidegger, se puede explicar, pero es ardua tarea expresarlo en un tercer idioma.
Si se puede decir que la adaptación de pensamientos a los hechos es observación, la adaptación mutua de pensamientos sería teoría. Aquí Max Deri cita a Ernst Mach, definiendo la conciencia del ser humano como el resultado de un proceso milenario de adaptación de la materia viva con el entorno de su existencia
[2].
Pero si observación es el procedimiento de reproducir los hechos en conceptos hasta que éstos se ordenen, en lo posible unívocos y sin contradicción a las experiencias, entonces teoría vendría siendo la reiterada adaptación mutua de conceptos, a partir de la reproducción adaptada, en un complejo de conceptos, hasta que éstos no contengan contradicciones.
Por eso la idea de lo “absoluto” se reconoce desde el fenómeno de la relatividad como ficción, porque toda teoría depara certeza cuando logra adaptar en univocidad un sistema único de conceptos a los hechos de la experiencia externa.
Un sistema “único”, es decir, cerrado y “unívoco”, es premisa para comprender que ambas teorías cósmicas, la ptolemaica y copernicana sean certeras y posibles al interior de sus teorías.
La preferencia, sin embargo, se decide a partir de un “principio intelectual de economía”, y eso se halla en un sistema de conceptos proveniente de hechos, cuya congruencia abrigue el mínimo de especulación y complejidad en su interior. En este caso se aceptará el sistema copernicano que se sostiene en órbitas circulares y elípticas ante el sistema ptolemaico, cuyas órbitas arrojan curvas más complejas.
No obstante, en la historia del arte, el desarrollo de la perspectiva, paralelo al conocimiento científico, puede ser reversible, es decir, desanda y revisa de manera crítica al avanzar; incluso puede tener un carácter demoledor referente al concepto, si se piensa en Cézanne y el “suicidio conceptual” -como lo definía él- ante la Montagne Sainte-Victoire
[3]. Se sabe que el color se allega a la retina de manera radicalmente diferente, desde el follaje que desde la mancha de pintura en el lienzo.
La representación entra en crisis cuando el referente radica en una dimensión fenoménica o cuando rige una fijación conceptual en éste. Es difícil creer en técnicas totalizadoras o geometrías definitivas.


El espíritu del subjetividad

La desarmonía de la que menciona Tarkovski entre las ciencias y la tecnología, respecto al desarrollo espiritual del ser humano, aquello que se intentó resarcir en el siglo XVIII con la Ilustración o Iluminismo, es en realidad un desgarro entre la percepción del ser humano y el estado de sus conocimientos. Es percibir un mundo desde una sensibilidad geocéntrica con los conocimientos de la astrofísica definidos en el heliocentrismo. Eso equivale a experimentar puestas de sol de un astro que está puesto siempre ahí mismo. Como (des)equilibrio ecológico de una naturaleza, éste es más bien representable en las ruinas de una poscivilización, como se realiza en la Zona
[4] del mismo cineasta.
La divergencia sigue creciendo y genera un tejido socio-económico e histórico-político y cultural, que el historiador muchas veces intenta de desentrañar, en el fondo de manera cronológico-lineal y didáctica.
El artista de espaldas al tiempo puede generar con su obra, una ‘mitología’ que permite desandar dicha distancia y comunicar con el espíritu humano desde un lenguaje simbólico permitiéndole a éste compartirlo, aunque sea para distinguir la ruptura a la que él se ciñe. Se podría pensar que el mundo causa ahí menos dolor cuando se simboliza. Ahí nace el significado de lo sublime y ‘uno se equivoca para ser feliz’, asevera Wislawa Szimborska. En esa conciencia radica la historia del arte.


Desplazamiento de la subjetividad

Se puede partir de la genuina representación del icono para mostrar en su desarrollo a través del dominio de la perspectiva y el vuelo en Leonardo da Vinci (1452-1519) la paulatina transformación del sujeto. Ahí está igualmente la cartografía que pone en relación su valor geográfico referencial.
Ahí hay dos momentos que articulan el cambio paradigmático en el sujeto: el desarrollo de la perspectiva sobre la imagen bidimensional, que permite permanecer en la inmanencia de la representación de la imagen, hecha ingeniosamente con líneas que parecieran salirse del cuadro convertidas en un espacio otro. Por otro lado en los primeros experimentos de sobrevolar la cúspide de la arquitectura de su tiempo, con el globo aerostático, se genera una perspectiva topográfica de la tierra por sobre (la torre de) la iglesia, modificando la mirada humana hacia una perspectiva omnividente atribuida a Dios.
Ambos momentos desarrollan un grado de herejía en un proceso que parece obedecer el nuevo paradigma cosmográfico en el tramo de la visión de mundo geocéntrica de Ptolomeo, pasando por Kepler al heliocentrismo copernicano.
No deja de extrañar la paradoja, que precisamente Leonardo, paralelamente a sus investigaciones aerodinámicas, desarrolla la ilusión del espacio tridimensional sobre la superficie del soporte en su obra, a la vez que intenta entregar una mirada abstracta de la tierra; generando simultáneamente proximidad y distancia fenoménica de la realidad concreta.


El espíritu del icono

El icono rigió más allá de un milenio entre 340 y 1450, indicando una idea trascendente de su dimensión pictórica. Éste fue “superado” por una obra, cuya forma permitió lindar su carácter gnoseológico en la perspectiva, desplazando el referente de fe espiritual a un referente visual, al interior de la obra, acercándose a éste en una progresiva mirada geométrica. El icono, sin embargo, no fue la barrera, sino la expresión máxima de lo que pudo manifestarse visualmente, porque tras él no había nada que ver, ya que el misterio celebrado no se situaba al nivel de la visión, sino de la comunión.
De esta manera su función no se limitaba a recapitular la historia de carácter teológico, sino que sugería en el paso a otro mundo, el carácter existencial de su trascendencia. En otras palabras, simbolizaba la frontera entre el mundo de los sentidos y el mundo espiritual.
Esta acotación de Michel Quenot
[5] repasa el desarrollo de la historia de la pintura. Ésta atraviesa la semiología ingeniosa de la perspectiva, rompiendo con la genuina mirada que se detiene en el borde del plano, a sabiendas que el cuadro no muestra lo que ha de representar.


Evolución diferenciada del arte sacro en Oriente y Occidente

El arte de lo trascendente se desvanece con la introducción de la facilidad óptica: perspectiva de profundidad, iluminación, vuelta a personajes muy realistas en oposición con el hieratismo del icono, sin olvidarnos del recurso al mundo de las emociones. Al ser independiente, el arte sacro da lugar al arte religioso despojado de trascendencia. El icono que hasta entonces se volvió hacia el espectador abierto, se convierte ahora en cuadro que vive su propia vida; las escenas se suceden sin tener en cuenta al que las contempla. La visión subjetiva del arte rompe la integración con el misterio litúrgico. La emotividad reemplaza la comunión espiritual. El lenguaje sacro de los símbolos se pierde.


La mancha en el tiempo

La pintura es la producción de una narrativa que se ha ido desarrollando simultáneamente con la evolución de la sutileza de la mirada. La pintura no es sólo una propuesta sino que ha sido un cuestionamiento de la mirada en la historia del arte. Ahí ha sabido operar con la luz y con el tiempo, algo que la fotografía creyó suplir en una legítima descendencia. Pero que finalmente se sometió a su vez a la intervención pictográfica.
La mancha subrepticia permite imaginar a Jackson Pollock cuando surca, gotea, ensucia, mancha, corta, estigmatiza. Desde Pollock se plantea el problema de cómo asumir la transformación de la pintura en charcos en el cuadro. Según Sarduy, en Mark Rothko, la pintura que se desliza por el lienzo con una cualidad holista evoca la definitiva pérdida del ser y la experiencia de la muerte. En su obra la miríada de pulsaciones generadas por minúsculos cambios de superficie da lugar a una sensación cromática irresistible
[6].
Pero la mancha empieza a definirse desde un trazo dinámico de la experiencia del movimiento. De hecho, el fenómeno de la aceleración (o dromología) transformó la mirada. En los inicios de la historia del viaje ferroviario, no sólo se alteran las distancias espaciales, sino que además se modifica la mirada borroneada del paisaje, a la que el viajero en un comienzo se resiste. Éste adopta al igual que su ferrovía, postes y cables como referentes que pertenecen al tren y aprehende un panorama desde la mancha extendida, meramente como un fondo formal del paisaje que recorre
[7]. La velocidad vertiginosa del tren, como señala Paul Verlaine, es semejante a la pulsión de la escritura[8], en que los cables, a través de los postes telegráficos se perciben como un trazo de escritura, a la vez que encuadran el paisaje panorámico desde la ventanilla del tren en la forma de un dinámico bastidor.
También se puede apreciar, que el aniquilamiento espacio-temporal, como se describen los efectos del tren, en inicios del siglo XIX, propicia la dislocación de la objetualidad produciendo una ruptura hacia una nueva perspectiva del espectador.


Bélicas Artes

En el siglo XX las invenciones bélicas en las dos grandes guerras influyen en el arte ampliando el carácter de su (de)figuración, a partir del vertiginoso desplazamiento desde ínfimos proyectiles a naves espaciales. Picasso percibe los primeros tanques como “caballos cubistas”. Más tarde, en el otro extremo del siglo XX, Paul Virilio definirá la violencia como producto de la dromología. Esta excesiva aceleración que tiene su origen en la comunicación inalámbrica (Marconi), linda en velocidades que se corresponden por señales digitalizadas de satélites. Fue Virilio quien expresó en el año 1991 que la guerra se había transformado en una competencia de aceleraciones desplazándose al campo mediático de los informativos. Ahí es donde nace la entretención producida por el contraste de guerra y diversión partiendo del ejemplo de un Actionfilm y el Infotainment. Detrás de esto hay un gigantesco despliegue del diseño para los efectos especiales. Sin embargo todo esto es el producto de reiterados vaticinios de publicaciones periódicas de los años ‘50.
Así después de la mitad del siglo XX se inicia la estructuración geométrica de la mancha en su reducción a una partícula del píxel.
La pintura de una imagen atomizada en píxeles, produce en su conjunto el efecto visual de una composición homogénea. Como el grano en la fotografía, su resolución (depurada de contornos y bloques gráfico-visuales) depende siempre de la apertura de la trama básica, es decir, de la cantidad de píxeles en una superficie definida y eso requiere memoria (digital) y suficiente distancia del espectador.
Constituido de bits
[9], el píxel (contracción de picture element) como ínfima unidad “geométrico-electrónica”, es el nivel molecular de los gráficos y puede ser parte desde una simple línea hasta un texto o una fotografía. En cierto sentido esto representa el problema de configuración macroscópica de la percepción humana.
Al estructurar una relación entre cada imagen elaborada, podría definirse un icono individual como un “píxel mayor”. Como mónada, ésta portaría una imagen esencial del mundo, sin ventanas a su realidad contigua. Así sucesivamente este “grano“ vendría integrándose a un “tapiz cósmico” heterogéneo de lugares, personas y sucesos en una gran extensión, cuyo sentido sería aprehensible desde el espíritu del cartógrafo, en la vasta dimensión espacio-temporal.
Pensar el universo requiere ubicuidad espiritual de microcosmos a macrocosmos
[10]. Esto proviene de una antigua ilusión mítica. La presencia del ser humano hic et nunc parece que correspondiera a una dimensión sagrada. Si la imagen fotográfica desprendió al ser humano de su unicidad en espacio y tiempo, el artista intenta recuperar el origen, tras huellas inasibles y encauzarse en la corriente aurática del flujo vital.
Aquí se puede pensar en una proximidad con la tecnología de la visualidad, en la contracción de elementos arcaicos y contemporáneos.


Acotaciones estéticas para un cambio de aceite

No se puede hablar de una violación de una pintura sino más que nada en un retorno al origen de ella. El colorido de la naturaleza es desprovisto de un sujeto; no hay un sujeto pensable en el colorido de la naturaleza.
Si se habla de un época negra de la pintura significa que ésta debería pactar en una dimensión estético-política; hablar de cambio de aceite es pensar la pintura desde una visión de mundo mecanicista; así como en un momento lo pronunció Goethe al hablar de los “engranajes de la naturaleza”, que vendría siendo una catacresis. Pero también cambio de aceite habla de un spot, de una mancha generada en una aceite que podría ser re-ciclada en una máquina repuesta como alegoría del arte de citar.
La pintura chilena aunque se base en la historia del arte de occidente se caracteriza por la diferencia que se produce en el descalce de la copia del modelo (Nelly Richard). Pero el parecido no debe entenderse como una relación exterior: va menos de una cosa a otra que de una cosa a una idea, ya que es la idea la que comprende las relaciones y proporciones constitutivas de la esencia interna. Por tanto, se trata de una subversión, como refiere Deleuze, contra el padre y sin pasar por la idea
[11]. Esa deconstrucción se ha definido alguna vez como mestizaje en el debate posmoderno.
En esta muestra, los artistas desarrollan narrativas vertiendo la pintura a un discurso en que se hacen cargo de diferentes temas, al mismo tiempo que ésta se tematiza a sí mismo. Partiendo de la crisis de la representación pasando por la veladura de la cita alcanzando problemáticas metaestéticas. De cierto modo acusan de su recepción histórica, local y universal.


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[1] Nostalghia, filme realizado en Italia en 1982/83 por el cineasta ruso Andrei Tarkovski.

[2] Max Deri, Naturalismus-Idealismus-Expressionismus, Leipzig, E. A. Seemann,1922.

[3] Gottfried Boehm, Paul Cézanne, Montagne Sainte-Victoire, Frankfurt, Insel Verlag, 1988.

[4] Aquí se refiere a la Zona, que se puede entender como aquel espacio estético en el propio ecran, durante la proyección de Stalker, filme realizado en 1978/79 por Andrei Tarkovski.

[5] L’Icone, Paris, Les Éditions du Cerf y Fides, 1987.

[6] Irving Sandler, El triunfo de la pintura norteamericana. Historia del expresionismo abstracto, Madrid, Ed. Alianza.

[7] Wolfgang Schivelbusch, Geschichte der Eisenbahnreise. Zur Industrialisierung von Raum und Zeit im 19.Jahrhundert, Frankfurt/M-Berlín-Viena, Ullstein, 1979.

[8] Paul Verlaine, “La bonne chanson”:
Le paysage dans le cadre des portières
Court furieusement, et des plaines entières
Avec de l’eau, des blés, des arbres et du ciel
Vont s’engouffrant parmi le tourbillon cruel
Où tombent les poteaux minces du télégraphe
Dont les fils ont l’allure étrange d’un paraphe.


[9] Un bit no tiene color, ni tamaño, ni peso y puede desplazarse a la velocidad de la luz. Es el elemento atómico más pequeño en la cadena ADN de la información, que describe el estado de algo: encendido o apagado, verdadero o falso, arriba o abajo, adentro o afuera, blanco o negro. (Nicholas Negroponte: Being digital, 1995).
Una pantalla típica con 1.000 píxeles, a todo color, requiere 24 millones de bits de memoria. En 1961, el costo de la memoria era de alrededor de un dólar por bit. En 1995, 24 millones de bits costaban 60 dólares.

[10] Quién puede figurarse en efecto o visualizar el radio actual del universo, entre unos tres mil y unos seis mil megaparsecs. Un parsec equivale a 3,26 años luz; el megaparsec contiene un millón de parsecs; el radio del universo es de entre tres mil y seis mil megaparsecs lo cual corresponde al espacio recorrido por la luz en un tiempo que es igual a la edad del universo, entre diez y veinte billones de años... Un objeto situado a mil megaparsecs se ve tal y como fue hace tres billones de años, en la época en que aparecían en la Tierra los más antiguos fósiles que conocemos, los organismos unicelulares. (Severo Sarduy: Nueva inestabilidad, 1987).

11] Gilles Deleuze, Logique de sens, en Severo Sarduy, La simulación, Caracas, Monte Ávila, 1982, pág. 17s.

viernes, 24 de noviembre de 2006

Campo de Flores.

Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar mil siglos
para estar entre tus paredes.

Wislawa Szymborska


Si recorremos la historia de la humanidad, desde los remotos tiempos del Faraón, nos encontramos con un sinnúmero de personas, que por ser y pensar de manera diferente, han sido subyugadas a arrastar pesadas piedras desde la cantera para construir el monumento de su exterminio. Ahora sobre sus cuerpos inertes gravitan piedras...

La obra de Luis Prato surge a partir de la extracción de las placas de mármol que conforman el Memorial a los Detenidos Desaparecidos del Cementerio General. Este arranque refleja de modo accidental el suceso histórico nacional que este mármol debió conmemorar, al cumplirse su transitoria demolición en dicha fecha (agosto 2003), a casi 30 años del golpe militar.

Esto se puede comprender como un gesto inconsciente de indolencia. Sin embargo, haber llevado más allá lo sensible y mundano, que aquí significa la cubierta de mármol grabada con nombres de los ausentes, quiere decir como metaforización, traer más acá al “otro mundo”, por medio de aquella Nada que implica la desaparición semiológica de los desaparecidos.

La orden y la necesidad de su retiro provino de una modificación del listado de nombres de detenidos desaparecidos. Involuntariamente, esto opera con la memoria de un cuerpo social que aún busca un lenguaje para resarcir desde distintas esferas y propuestas su doloroso pasado.
Las placas al momento de ser sacadas, cedieron en su morfología a un estado de composición amorfa. Ahí se trizó la palabra, las letras cayeron en fragmentos y abandonaron sus nombres. Las cifras se desprendieron de sus fechas, esparciendo el universo onomástico de los desaparecidos por un tiempo inconmensurable en la tierra, dejando libre el oscuro hormigón del muro para un nuevo listado.

Es en ese intersticio del tiempo, en el quiebre del mármol, al desprenderse el relato de la historia oficial, cuando surge una mujer -Manuela Biedma- en la cadena descendiente de los detenidos desaparecidos y se encuentra ante los trozos semiológicos en prenda de su padre y encomienda al artista para que los recupere a través de un proceso histórico-estético. Esto recuerda a la remota voz fragmentaria de Moisés, que a su vez encomienda a Aarón la empresa de liberar a su pueblo del Faraón[1].

Prato se propone indagar en las tinieblas de la memoria. Elige, recoge, lee[2] de los trozos y compone una nueva morfología del rompecabezas entre escombros a la intemperie, adonde éstos fueron desterrados. Apoyados unos a otros, inclinados se apuntalan en fragmentos de inscripciones; epitafios de la primera y última escritura, corroídos por el tiempo. Es el mismo mármol blanco de tiempos inmemoriales, transformado en lápida solidaria, cuyos fragmentos como voces, tartamudean en el eco nocturno del pueblo.

La intervención escultórica de Prato puede ser evocación a la alegoría de un osario. Este último desfila como arquitectura acumulativa, levitando entre los trozos de lápida, redimiendo su peso histórico a la expectación del hallazgo de su cuerpo. Ahí, detrás de esa lápida eterna es sólo la oscuridad. La obra de Luis Prato desenvuelve en pasos geométricos una danza macabra a lo largo de Chile, en cuya alquimia se transforma la ausencia grabada en la memoria de piedra por un campo de flores. Esperando de reincorporarse en dicha levedad, de la última caída del edén.


Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
-No tengo puerta- dice la piedra.

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[1] En los primeros encuentros que tiene Moisés con la divinidad se niega a obedecer la misión de liberar del yugo a los israelitas de Egipto. Moisés se siente imposibilitado de dialogar con el Faraón. Al parecer, él tiene problemas con el lenguaje y así se encomienda a su hermano Aarón, por su voz, estando él presente para llevar dicha misión acabo.
Supuestamente su tartamudez le impide realizar la petición divina. Tartamudez que él adoptó buscando el eco de su soledad en el destierro del desierto, permitiéndole en una especie de soliloquio escuchar su voz una vez más.

[2] Estas palabras derivan de lat. legere